domingo, 25 de mayo de 2008

Noticias ATC: El Rap de Torrejón de Ardoz

Tras el fiasco cultural de Eurovisión 2008, vamos a hablar un poco más de música.

Se ve que en la base aérea de Torrejón de Ardoz, el cuñado de un controlador aéreo contagió el rap a toda España. Veamos como lo cuenta éste artículo del diario "El País":

Militares norteamericanos muy elegantes, todos negros, de traje, perfumados. Apurando en silencio un destornillador, mirando a la pista.

Es el año 1984, discoteca Stone's, Torrejón de Ardoz, Madrid. Suena The message, de Grandmaster Flash, y la pista se anima, todos bailan al son de una música en la que un tipo recita sus rimas sobre ritmos de funk ochentero.

Llega el Atomic dog, de George Clinton, y empiezan las coreografías perfectamente sincronizadas: una fila de chicos, otra de chicas. Ellas se ponen de espaldas, se agachan y menean el trasero a la altura de la zona pélvica de ellos.

En la cabina, el pinchadiscos, Antonio Lara, no sale de su asombro. Esto es otro planeta. Los ritmos del funk y los del incipiente rap se mezclan de una forma natural en la pista de esta discoteca, prolongación nocturna de la base aérea de Torrejón.

Los pocos españoles que la frecuentan aún no distinguen muy bien un ritmo del otro, no saben qué es qué. La música negra está en fase de cambio y a él se puede asistir en directo en suelo español: la discoteca Stone's es Norteamérica. Randy, vallecano de 36 años, un histórico del rap en español, autor del primigenio Hey pijo, añade: "Ir a Torrejón era como ir al Bronx".

Antonio Lara, hoy DJ Lara, empezó a comprar los discos en la base norteamericana en 1983, hace ahora 25 años. Su cuñado trabajaba de controlador aéreo, así que lo tenía fácil.

Allí se conseguían vinilos a precio subvencionado y año y medio antes de que llegaran al resto de los españolitos.

La base era territorio norteamericano, vivía sincronizada con EE UU. Los chicos de Torrejón querían ser como los americanos de la base, querían llevar sus zapatillas, sus vaqueros. Así que cada cual se buscaba su fórmula para sacar material.

Óscar se aprendió de memoria una frase: "We left our pass at home" -nos dejamos el pase en casa-. Era su salvoconducto para acceder a las instalaciones y comprar discos. Sólo los norteamericanos podían adquirir productos allí, pero Óscar, pelirrojo, conocido como Blue Ice, daba el pego, podía pasar por yanqui.

Años más tarde se convertiría en sucesor de Lara en la cabina de la mítica discoteca, meca del hip-hop en los años ochenta. Precisemos: hip-hop es una cultura que engloba pintura (graffiti), baile (breakdance) y música (rap). Nació en Estados Unidos.

Y a España llegó por varios sitios, pero, con gran fuerza, por Torrejón."Si tienes un hijo aquí, lo más seguro es que te salga rapero".

Lo dice Yves Nsombolay, 32 años, español de padre congoleño, miembro de los Verdaderos Kreyentes (VKR) y uno de los artífices del rap en Torrejón.

Su padre trabajaba como técnico de mantenimiento de aviones en la base americana. Su madre limpiaba en casas de militares norteamericanos.

En su cocina se desayunaba Corn Flakes cuando todavía no habían llegado a los supermercados españoles. "De pequeños escuchábamos la música de la emisora de la base, se fue creando una cultura hip hop potente", dice.

"Ahora te paseas por la calle, ves pasar un coche y lo que suena en su equipo es rap". Yves, conocido como Señor T Cee, acaba de producir un disco, Rap Conexion.

En él ha reunido a algunos clásicos del rap de esta localidad del extrarradio madrileño y a chavales nuevos que intentan abrirse un camino en el mundo de la rima. Un disco que conmemora los 25 años de la llegada del rap a Torrejón.

Hay otras poblaciones españolas que vivieron fenómenos similares, sí, Zaragoza y Cádiz por la influencia de sus bases, Barcelona, Sevilla.

Pero el icono rapero es Torrejón, y más gracias a su alianza con Móstoles y Alcorcón, otras dos localidades pioneras en el rap español: "Los que venían de fuera de Torrejón tenían la información", recuerda Franklin, hermano de Yves.

"Los de dentro teníamos el material". Franklin, respetada figura del rap en español, conocido como Frank T, recuerda con una sonrisa las noches en el Stone's, con su pelo rapado a lo Carl Lewis.

En la pista sonaban temas de funk y de rap, era el año 86, pero a él los que le molaban eran los segundos, aunque no supiera que correspondían a un estilo ya bautizado: "Me di cuenta enseguida de que a mí me gustaban las canciones en que había unos tíos que estaban todo el rato palabreando".

Franklin tenía por aquel entonces 15 años. Le quedaban siete para convertirse en vanguardia del rap en castellano con su grupo de entonces, El Club de los Poetas Violentos (CPV).Yves se planta frente a la antigua discoteca Stone's.

Un edificio amarillo que, paradojas de la vida, está ubicado en la torrejonera Calle del Grafito. Ya no queda rastro de esos dos luminosos que resplandecían sobre la puerta, ni de las colas, ni de Pascal y Joe, los dos fornidos porteros, ni del siempre repleto aparcamiento.

Randy contorna el local y señala la zona en que salían con las chicas a meterse mano: "Había mogollón de chicas negras y de mulatas guapísimas. Con 17 años, esto me parecía el cielo", dice. El Stone's se convirtió en sitio de moda.

Pasaron The Platters, Will Smith, tocaron Violadores del Verso, La Mala, SFDK, la aristocracia del rap español.Todavía se recuerdan las nueve limusinas blancas que una noche aparcó en la puerta Bobby Brown, músico negro, estrella del r'n'b, ex marido de Whitney Houston, para más señas.

Después de actuar en Madrid, se fue de fiesta al que era el local de moda.Luego llegó el declive. Comenzó tras la guerra del Golfo, cuando los norteamericanos empezaron a abandonar la base."Aquí, si tienes un hijo, lo más fácil es que salga 'rapero", dice Señor T Cee.



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